Cuando mezclamos almidón de maíz con un poco de agua obtenemos una pasta
bien peculiar. A primera vista, parece como cualquier otro líquido
(podemos verterlo de un recipiente a otro o sumergir nuestras manos en
él). Pero tras comprimirlo o sacudirlo de forma enérgica, de repente se
pone firme (es posible enrollarlo, andar encima de su superficie e
incluso saltar sobre él). Y si lo agitamos vigorosamente, se vuelve duro
casi como una piedra.
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